domingo, 21 de junio de 2015

MOVÍA EL CUERPO DE UN LUGAR A OTRO,QUE LOCURA

Ganar la atención de la policía de Bolivia lleva algo más que un disturbio callejero, un asesinato o una votación fraudulenta, (como es casi costumbre) A pesar de pasadas indiscreciones cometidas por los buenos ciudadanos de Bolivia, el año 1996, se inicio peor que cualquier otro. Tres mujeres, las señoras Evelin, Mauge y Ana., habían sido asesinadas durante los últimos tres meses de 1995. La policía de la ciudad no tenía la menor idea de quien había cometido los crímenes. Todas habían sido terriblemente mutiladas y salvajemente mancilladas, habían hecho atrocidades con todas ellas, y se había cometido feminicidio, pero por quién? tenían una característica muy especial, una rosa hecha en el pecho con un cuchillo, se podría decir que era como una huella que lo distinguía al o los asesinos, aparte de todo eso les habían sacado el útero y les habían dejado un hueco en lo que ocupaban sus partes íntimas, según los análisis, lo habían hecho aun estando vivas las victimas .

 Era comprensible que la fuerza policial fuera presionada para que resolviera los asesinatos. Se encontraban desmoralizados cuando Freddy Quispe entró a la estación de Policía y dijo al oficial de turno, en un tono escuchado por todos, “Hay una mujer muerta en la parte delante de mi casa”. Freddy vivía en la esquina de la calle 3 de la Víctor Ustariz.
En pocos minutos los oficiales de policía se dirigieron rápidamente al área para proteger la escena del crimen. Los muchachos de la Epi ahora seguros de que se trataba de la mujer muerta numero cuatro, se sintieron algo molestos cuando recibieron la noticia de que no había ningún cuerpo en el patio de la casa de Freddy. Freddy no pudo explicar la ausencia de los restos que él había visto. Estaban justo en el patio de su casa, como pudo desaparecer así… de pronto. La policía lo miró con incredulidad, le agradeció por ser un ciudadano responsable de la seguridad pública y le dijo que se pusiera en comunicación con ellos si encontraba más cuerpos. Una hora más tarde el mismo oficial de turno que se había sentido molesto y a la vez divertido por Freddy Quispe, recibió una llamada telefónica de un tal Juan Irusta, quien dijo, “Hay un muerto en mi patio”, El Sr. Irusta continuo explicando que vivía en la esquina de la calle 7 calle en la misma zona. Nuevamente los oficiales fueron enviados a la ahora familiar zona. Localizaron a Irusta pero, sorpresa de sorpresas, por segunda vez y el mismo día, no pudieron encontrar el cuerpo. El Sr. Irusta y su esposa fueron escoltados hasta la estación de Policía. Describieron a la mujer muerta al detalle. No había duda en sus mentes de que había visto a la mujer y ésta estaba definitivamente muerta.

Alguien debía haber movido el cuerpo cuando ellos salieron para llamar a la policía. Los Irusta insistieron tanto que la policía aceptó regresar a la escena del crimen. La credibilidad de los Irusta fue en aumento cuando los detectives descubrieron manchas de sangre sobre el piso donde la pareja afirmó haber visto el cuerpo. Estaba regado por todas partes. Ahora la policía de Bolivia estaba convencida de que se encontraba investigando a un muerto que por alguna razón misteriosa se movía. Las dudas se disiparon cuando Franco Arce entró en la estación de policía. A diferencia de Freddy Quispe y Juan Irusta, Franco dijo, “soy Franco Arce y quiero informar la desaparición de mi esposa.
Franco resultó ser un personaje. Era el propietario de Casa Blanca una de las imprentas más grandes de Bolivia. De acuerdo a lo comentado por Franco su señora había dejado la casa la mañana anterior, ella había ido al almacén y dejado instrucciones para que le entregaran los comestibles.
 Llegaron a la residencia de los Arce a las 10 de la mañana. Luego ella ordenó Flores para la iglesia Episcopal Metodista, donde a las 3 de la tarde tenía practica de coro. No se presentó. El 13 de enero de 1996, Eduardo Vensi fue a la estación de policía para informar que su hijo Richard había encontrado el cuerpo de una mujer. Eduardo explicó que era dueño de una carpintería sobre el callejón manzanares y de una chancheria que estaba al lado. Guardaba chanchos y vehículos en el lugar. Su hijo Richard daba de comer a los chanchos y limpiaba el lugar todas las mañanas a las 5.

Fue el quien encontró el cuerpo en las cercanías de la casa. Esta vez si había cuerpo, y era el de la señora Bertha Arce, había sido golpeada en la cabeza, estrangulada hasta causarle la muerte, violada salvajemente pero conservaba el útero a diferencia de las otras tres mujeres. Alrededor de su cuello había un cable de un metro de largo. Cerca de su cuerpo, la policía recuperó un cordel verde de treinta centímetros. Su cuerpo había sido arrastrado, no tenía tatuada la rosa como las otras, pero si muchas escoriaciones en el mismo como prueba de haber sido maltratado o torturado Rápidamente los detectives averiguaron que el cable era utilizado por los vendedores de flores y el cordel verde era del tipo usado a menudo por los almacenes de comestibles mayoristas. La empleada de los Arce fue interrogada. Voluntariamente manifestó que cuando la señora Arce dejó la casa aquella mañana, llevaba consigo un hermoso reloj de oro para ser reparado. La mucama había envuelto el reloj en papel de seda y lo había atado con el cordel verde que guardó del almacén. Una completa inspección de la escena del crimen y zonas aledañas no pudo hallar al reloj pero la policía si encontró un manguito y un monedero perteneciente a la Sra. Arce. El asesino, obviamente había cubierto estos elementos con hojas que se dispersaron. Cuando encontraron sangre en el piso de uno de los vagones de Eduardo vensi la policía se convenció de que alguien había matado a Bertha Arce y había movido su cuerpo, por alguna razón desconocida, de un lugar a otro, utilizando posiblemente a uno de vehículos de la casa de vensi. Todos los que informaron haber visto el cuerpo fueron interrogados nuevamente y se les creyó. La policía decidió interrogar al individuo que encontró realmente el cuerpo de Berta Arce, llamado Ricardo vensi.

Sabían que el hermano de Ricardo era el dueño de una florería y que tenía acceso al tipo de cable utilizado para estrangular a la Sra. Arce. Con esta información, pidieron el relato de cada movimiento de Ricardo el día del asesinato. No había mucho trabajo y éste declaró que había pasado la mayor parte del día y de la noche solo. Cuando una inspección de su edificio puso al descubierto una navaja con un pedazo de cinta verde adherida a la hoja. Pedro fue arrestado y puesto bajo custodia. Pedro finalmente hablo. Le dijo a la policía “Tengo el reloj, lo encontré al lado de la Sra. Arce, lo iba a empeñar. Pero yo mate a la Sra. Arce. Sus palabras fueron. “Yo la maté, la atrapé y la golpeé. Tomé su dinero. Me rogó que la llevara a su casa, dijo que podía tomar el dinero y que no se lo diría a nadie. La golpee una y otra vez y luego fuimos al fondo y la viole, pero yo no mate a las otras como quieren pensarlo. Vi un pedazo de cable en la alcantarilla y se lo puse alrededor del cuello y apreté fuerte. Mientras me alejaba, vi a un hombre merodeando alrededor del cuerpo. Cuando se fue regresé. Pensé que estaba muerta y la tire por el cerco hacia el patio. Caminé unas cuadras y luego comencé a pensar que estaba aun con vida. Vi a otro hombre corriendo desde el patio e imaginé que él había encontrado el cuerpo. Regresé. Pensé que su pierna se movía y que sería mejor sacarla de allí. Entré por detrás de la cerca y puse el cuerpo sobre mi hombro y lo llevé hacia el establo.

 La subí a un vehículo y salí pero no fue muy lejos. Regresé y descargué el cuerpo cerca del establo. Pedro fue sometido a juicio oral por el asesinato de Bertha Arce. El se retractó de su confesión declarando que había sido golpeado por la policía. Manifestó durante todo el juicio que su único delito fue haber encontrado el cuerpo y robado el reloj. Nadie le creyó.
Se lo encontró culpable de asesinato en primer grado y fue sentenciado a 30 años de prisión sin derecho a indulto. No existió evidencia que lo implicaría en la muerte de las tres mujeres asesinadas hacia fines de 1995, pero desde aquel día los asesinatos dejaron de ser.

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