C
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ualquier
abogado criminalista puede explicarle que nunca se puede saber cuál será la
decisión de un jurado, a pesar de todas las evidencias que se puedan presentar.
Debemos suponer que en la vasta mayoría de los casos sus decisiones son
correctas, pero tenemos pruebas de que algunos jurados han cometido terribles errores,
e inclusive mandado a la cárcel a muchos
inocentes, mismos que una vez libres la sociedad nunca los indemniza.
E
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ste
es el caso de Hugo Arce, corría el 21 de mayo de 1932, Hugo se despertó como
cualquier otra mañana de su existencia, tenía un poco de flojera para ir a su
trabajo y por lo general esto ocurría muy a menudo los días lunes, claro…
después de un casi descanso que tenía en su casa, lleno de ajetreos y
obligaciones.
L
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a vida
nunca le supo a nada, no era como otras personas a quienes la vida les sabía
muy dulce o agradable, ya que podían divertirse, salir a la calle, compartir
con la familia cosa que Arce no lo disfrutaba, había hecho dinero como vendedor
de repuestos, comenzó siendo muy joven y con un dinero prestado que le sirvió
de mucho en su momento, se forjó su vida en ese comienzo que le fue barajando
su vida, una vida sin gracia alguna, estaba casado con una mujer insípida y
fría que lo había atrapado con un embarazo al cual tuvo que responder, porque
no le quedaba de otra, y siempre sometido a sus llamadas constantes, que más
que preocupación era un constante control de dónde estás? o qué haces?, o de
por qué no traes la cena , aun así no
entiendo a las personas que pudiendo ser felices optan por ser infelices al
lado de una persona que no los quiere, pero… se sacan un segundo hijo para
darle mayor masoquismo a su vida y lo peor de todo buscando siempre un motivo
para continuar su vida.
A
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sí
que como lo sabrán esta se podría decir no era una vida que se diga, se había
comprado una pequeña casita en las afueras de la ciudad, de buen tamaño en la zona de Colcapirhua,
Cochabamba, era una casita dúplex, arriba los dormitorios y abajo las demás
dependencias, le encantaba hacer las labores de casa que siempre le
encomendaban su esposa e hijos, más que un padre, parecía un títere. Comenzaré
separando a todos, el padre Hugo Arce, la madre Cristina Pacheco, el hijo Henry
y la hija Milena , los invitados la hermana de la esposa y su hijo, recién
llegados del extranjero.
L
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a
casa era confortable y Hugo la había dividido en dos pisos, como ya antes lo
habíamos mencionado, tenían un living de color marfil, algo antiguo por lo
grande que era, la parte de arriba era ocupada por los dormitorios de la
familia, mientras que la parte baja eran el living, comedor, un baño, etc. Y lo
más importante, un TV. Led en el cual se pasaba mirando los diferentes
programas de TV cable , y al final terminaba dormido en un sillón.
E
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l
día en cuestión, el sobrino de Hugo, hijo de su cuñada, hermana de su esposa y
miembro de la nada, porque según su
madre el muchacho estudiaba, y según otras versiones se dedicaba a consumir
drogas, visitaba a su tío. Hugo a quien no le gustaba para nada el muchacho, a regañadientes
le pidió al joven pasar allí la noche del 21.
E
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se
día el anciano disfrutó de un viaje a la ciudad de La Paz, con sus dos hijos y
su esposa, puesto que debían de sacar su visa para ir a los Estados Unidos como
siempre cada año. A su regreso, tomaron el té. Los dos jóvenes hijos de la
pareja dejaron la villa a las 7:15 p.m. para ir a un baile.
H
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ugo
Arce se sentó en su asiento favorito, frente al hogar del salón, por lo general
solía ver la televisión y siempre terminaba dormido, se solía despertar como a
la media noche y recién se marchaba a su cama.
A
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la 1:45 a.m. regresaron sus dos hijos del
baile. Les sorprendió encontrar completamente cerradas todas las puertas de la
casa. Su padre les había asegurado que dejaría entreabierta una puerta para
ellos, y que les esperaría, o que si era muy tarde le llamaran para ir a
recogerlos, y casi eso siempre era lo más probable.
P
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ero
esta vez, decidieron no molestarlo, habían regresado de un viaje y querían que
su padre descansara, al fin y al cabo era una persona mayor, y lo vieron
cansado, así que decidieron regresar solos a casa.
F
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inalmente
al no responder nadie a sus llamadas, el hijo menor Henry rompió el cristal de la puerta principal y,
cuando entró en la casa, vio que su padre yacía en un charco de sangre frente
al hogar. Había sido golpeado repetidas veces en la cabeza con un objeto
contundente, casi hasta destrozarle la masa encefálica Hugo se encontraba
todavía con vida.
A
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sustado
corrió a abrirle la puerta a su hermana, estaba histérico, no podía creer lo
que sus ojos veían, trataron de que hablara o dijera algo, pero había perdido
demasiada sangre, y estaba muy débil para hacerlo llamaron una ambulancia, pero
de nada sirvió, Hugo falleció al día siguiente, había pasado demasiado tiempo,
antes de recibir la ayuda médica.
L
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a
autopsia indicó que el anciano había sido golpeado diez veces en la cabeza, con
un objeto bastante duro. También había evidencia de intento de estrangulación,
puesto que en su cuello había marcas de ello.
L
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a
familia quedo muy consternada, y se preguntaban qué pudo haber sucedido, mil
conjeturas divagaba en sus mentes, mil ideas rondaban, y solo les quedaba un
camino, esperar que la policía diera los resultados finales.
S
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e
pidió a la policía que ayudara en el
caso. La escena del crimen parecía salida de una novela de ficción. La posición
y condición del cuerpo indicaban que Hugo no había luchado, por lo que
asumieron que lo tomaron desprevenido, y que había sido sorprendido por su
atacante, probablemente por la parte de atrás. La impresión era que, puesto que
no se había forzado la entrada de la casa, el asesino tenía que ser alguien
conocido de Hugo a quien éste había dejado pasar al salón.
P
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ero
también estaba el sobrino recién llegado y la esposa que supuestamente estaba
haciendo turno, puesto que era médico.
E
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ra
posible incluso que Hugo hubiera invitado al asesino. En la mesa de una sala
contigua había una botella de cerveza, dos vasos grandes, y uno pequeño con ron.
Uno de los vasos de cerveza se había volcado y la cerveza había manchado el mantel.
El otro vaso grande contenía aún cerveza. El de ron era de Hugo. Sus hijos
dijeron que él pocas veces bebía cerveza; prefería el ron, que siempre bebía en
el característico pequeño vaso de la vitrina.
L
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os
detectives pudieron tomar la huella digital dejada por un dedo pulgar en el
vaso de cerveza volcado sobre la mesa. Había también varias colillas en el
cenicero. Puesto que Hugo pocas veces fumaba, se supuso que los cigarrillos
habían sido fumados por el asesino.
S
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in
embargo por las características de los cigarrillos parecían haber sido fumados
por dos personas diferentes.
H
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ay
que recordar que el hecho ocurrió en 1932. Los análisis de saliva para
identificar el grupo sanguíneo no eran práctica común entonces, y tampoco eran
aceptados como evidencia por los tribunales. A pesar de eso, la policía empezó
a trabajar con lo poco que tenía de evidencia e hizo que se analizaran las
colillas. Fue así que supieron que la persona que fumó los cigarrillos
pertenecía a un grupo sanguíneo poco común, encontrando solo en el tres por ciento de la
población, y que la otra pertenecía a Hugo.
A
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sí
que decidieron tomar muestras de sangre a toda la familia, la esposa, hijos,
cuñada y sobrino.
E
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n el
piso del salón, los detectives encontraron una tenacilla de las que usan las
mujeres para el cabello que no pertenecía a la Hija de Hugo. Encontraron
también un cartucho de papel corrugado, tal vez usado para ocultar el arma, que
posiblemente fuera martillo. El motivo del asesinato parecía ser el robo. Se
sabía que Hugo siempre tenía dinero a mano. En su ropa no se encontró ni un
billete, como tampoco tenía su reloj ni sus demás pertenencias. Una caja de
seguridad situada en el salón había sido abierta con una llave que Hugo siempre llevaba consigo. El contenido de la
caja de seguridad, en donde se suponía que hubiera cierta cantidad de dinero,
faltaba por completo.
L
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os
detectives tomaron las huellas digitales de todos los involucrados. La esposa,
los dos hijos, el sobrino, e incluso la
cuñada, y el sobrino, simplemente trataban de dar a como dé lugar con el
asesino de tan brutal crimen.
N
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inguna
coincidía con la del vaso de cerveza. Se recorrieron las lavanderías en un intento por localizar a un
cliente que hubiera llevado ropa manchada de sangre a lavar. No se descubrió
nada relacionado con el crimen.
L
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a
masiva investigación llevada a cabo en la policía se convirtió en el principal
tema de conversación de la comunidad. Todo el mundo discutió el caso, y para
todos era una gran sorpresa, puesto que Hugo supuestamente aunque era un ser
tajante, pedante, y frio, para las personas era extremadamente extraño todo
aquello, puesto que nada solía suceder por ahí. Fue de esa forma que los
detectives se enteraron de la existencia de un hombre que no tenía un centavo
el día antes del crimen y que disponía de mucho dinero después del asesinato.
P
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ero,
así también se evidencio que el sobrino habría desaparecido, y que había
viajado, la interpol dio a conocer los resultados, la huella del vaso correspondía a Joel
Crespo, pero la del otro vaso era del sobrino de Hugo, lo cual nos llevaba a
dos intrusos, así que se pidió que volviera el joven, cosa que lo hizo.
J
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oel Crespo era un viejo y rudo excombatiente
de la guerra del chaco ,que había pasado la mayor parte de su vida
completamente solo, Tenía 69 años de edad y vivía en la más abyecta pobreza, en
una vieja casa ruinosa e hipotecada. Lucía como un pobre loco, siempre
despeinado y sucio y con frecuencia actuaba de manera irracional, hablaba solo, a veces fumaba y en otras pedía limosna
sin decir nada, o gritaba improperios cuando le provocaban. En otras ocasiones,
solía dormir en una plaza muy cerca de la zona, ya que ahí se sentía mucho
mejor.
J
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oel
fue interrogado por lo mejor de la policía y se mostró del todo renuente a
cooperar. Mientras que el sobrino de nombre Alan se hallaba tranquilo, como si
nada hubiera ocurrido, pero al igual que el anciano no dejó que le tomaran la
huella dactilar y, desafiante, juró que la última vez que había visto a Hugo su
tío era justamente el día 21 de mayo, el anciano por su parte dijo que había
sido el día17 cuatro días antes del
asesinato.
En
esa ocasión, Hugo le había invitado a pasar y a beber. Joel admitió que le
había pedido un préstamo a Hugo, pero que este sólo le dio cinco pesos, que
había sacado de su caja de seguridad.
E
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n
todo esto había un vacío, que había hecho Alan aquella tarde que su tío le
pidió se quedara, así que formulada la pregunta, el muchacho indico que
simplemente había salido a pasear, por lo que no tenía cuartada alguna.
L
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os detectives
de la policía estaban seguros de que Joel Crespo era su hombre. Localizaron la
taberna preferida de Joel y se sentaron a beber junto al sospechoso. Sin que
Joel se diera cuenta, tomaron algunas colillas dejadas por él y las hicieron
analizar. El grupo sanguíneo de Joel coincidía, sin la menor duda, con el poco común grupo sanguíneo del hombre que había fumado los cigarrillos en el salón
de Hugo.
L
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os
detectives registraron la sucia casa de Joel. Encontraron cartuchos del mismo
tipo dejado por el asesino en la escena del crimen. Se localizó el lugar en que
se hacían esos cartuchos y el fabricante ratificó que eran de la misma fábrica.
En realidad, debido a que la máquina usada para el papel era ya obsoleta,
pudieron detectar la máquina exacta que los había fabricado.
P
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udieron
probar también, sin lugar a dudas, que el cartucho dejado en la escena del
crimen y uno encontrado en la casa de Joel había salido de la misma máquina, en
orden consecutivo. Los bordes en forma de sierra de la parte superior de los
cartuchos, comparados científicamente, probaron que esto era así.
P
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ero
a la vez, revisaron en el cuarto de Alan y ahí encontraron colillas de
marihuana, también habían cartuchos con las mismas características de lo
anteriormente expuesto, era como si ambos hubieran cometido el asesinato, pero
solo uno seria el culpable.
L
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a
tenacilla encontrada en la mansión de Hugo fue considerada una pista remota,
pero resultó ser inapreciable. La tenacilla era de un tipo antiguo y ya no se
fabricaba. La policía supo que Hugo había tenido una amante tiempo atrás, era
su compañera de trabajo, con ella salió muchas veces, pero supuestamente no
lograron consumar su engaño ya que la mujer todo lo que quería era atraparlo, y
como dice el dicho, donde hubo fuego cenizas quedan, ella trabaja al frente de
su casa en una empresa importadora y podían verse cada día . Su esposa nunca se
enteró de ello, y por lo general nunca estaba en casa, su vida era un celular,
pero la policía tuvo éxito en localizarla. A ella no le fue difícil identificar
la tenacilla como suya.
A
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ún
usaba tenacillas del mismo tipo y gustosamente se las mostró a la policía. Los
detectives concluyeron que Joel había dejado la vieja tenacilla y el otro vaso
de cerveza para que la Policía creyera que una mujer estaba involucrada en el
asesinato. Pero había detalles que no coincidían, una tenacilla de mujer, un
vaso de cerveza y cigarrillos, todo era bastante raro.
S
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in
contar que también estaba la evidencia del sobrino de quien también
sospechaban.
Cuatro
meses después de la tragedia, los investigadores estimaron que contaban con
abundante evidencia circunstancial, como para considerar a Joel culpable.
Habían decidido dejarlo libre al sobrino por no encontrar evidencia suficiente
como para inculparlo en el asesinato.
Joel no pudo explicar satisfactoriamente la
procedencia de la gran cantidad de
dinero que tenía después del asesinato, limitándose a decir a los
interrogatorios que había tenido mucha suerte en las apuestas en las carreras
de caballos. La huella del pulgar de Joel coincidía con la del vaso de cerveza,
pero Joel se defendió diciendo que la había dejado el 17 de mayo, cuando Hugo
lo invitó a beber, nadie le creyó, Joel Crespo fue arrestado y juzgado por
el asesinato de Hugo Arce.
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n
octubre de 1939, un jurado conformado por jueces ciudadanos concluyó
inexplicablemente que Joel Crespo era inocente. El sonrió y bromeo con los guardias cuando salió
del tribunal, pues era un hombre libre.
J
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oel Crespo
vivió 12 años más, hasta marzo de 1951, fecha en que falleció apaciblemente, en
su lecho. Al día siguiente, el reportero Julián Calle reveló en el periódico
internacional News of the World (Noticias del mundo) algo que él sabía desde
hace 12 años. Joel Crespo y el sobrino de Hugo eran culpables del asesinato de Hugo
Arce. Todo sucedió como les voy a explicar.
L
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a
noche de la absolución, Joel había tomado algunos tragos en compañía del
reportero para celebrar. Entonces le dijo a Julián: “Yo lo hice” y me ayudo su
sobrino, el jurado se equivocó, fui yo… Joel incluso brindó por el verdugo con
estas palabras: “Por el verdugo que ha sido burlado por su víctima”. Reía
mucho, siempre dicen que la justicia Boliviana es de las peores, pero que no
pensaba que fuera tanto.
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oel
procedió entonces a relatar todos sus pasos en la Villa, revelando detalles que
sólo el asesino podía saber. El sobrino ya tenía conocimiento de lo que su tío
guardaba, así que sin saber qué camino tomar decidió contar con los servicios
de Joel , aquella noche él había ido a la casa de Hugo según lo planeado a
pedir prestado unas monedas, puesto que tenía mucha hambre, y Hugo le había
invitado unas copas , se sentía muy solo, le conto que su esposa nunca le
entendía, que sus hijos no se preocupaban por él, y que incluso estaba muy
enamorado de una morena bonita, que tenía dos hijos, ella siempre se ocupaba
por él, pero que no podía tener nada, porque no la amaba, solamente le gustaba
tener momentos agradables con ella , al fin y al cabo, a su lado todo era bonito
o explosivo dadas las circunstancias.
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n
cambio su sobrino movido siempre por las drogas, necesitaba dinero y al no
poder conseguir nada del tío avaro, solo le quedo una salida. Aquella noche el
sobrino había escuchado tocar la puerta a lo cual acudió a ver quién era, luego
le indico a su tío que era Joel y que quería hablar con él, Hugo asintió por
tratar de hacer hora, estaba tan solo y todo lo que quería era tener algún
pasatiempo mientras esperaba a sus hijos.
Efectivamente habían bebido cerveza y fumado,
pero en una de esas, el sobrino había ido a servir más cerveza, por lo que se quedó
detrás del tío, y envolvió su cabeza con
fuerza en una camisa suya, por lo cual Joel aprovechando le dio en la cabeza
con un martillo hasta casi destrozarle la cabeza, la frialdad con la cual
relato el momento, dejo frio al reportero, pero… ya nada podía hacerse sobre la
confesión. Las leyes anti difamatorias impedían que Julián escribiera el
relato. Joel había sido juzgado y absuelto.
N
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o
había razón técnica alguna para juzgarlo de nuevo y, habiendo sido absuelto,
Joel Crespo no podría ser juzgado de nuevo por el mismo delito. Y el sobrino
había regresado al extranjero.
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